En vísperas de la versión número 40 de la Maratón de Chicago, hago un “recap” de lo que fue mi primera maratón después de varios anos lejos del mundo de correr junto a la mejor banda de panas y de training del mundo.
Recuerdo el día en que decidí hacer el #ChicagoMarathon del 2016. Tenía dos años y tanto alejada del deporte (competitivamente porque nunca realmente había dejado de correr). Había intentado correr la maratón de New York que fue cancelada por el huracán Sandy, o sea que nunca lo corrí. Después de eso, la desilusión fue tan grande que me tome un sabático. Y en ese tiempo quede embarazada de mi tercer hijo y la vena competitiva parecía haberla dejado atrás. Emmanuel, mi gran amigo y coach, quien nunca me ha dejado tirar la toalla (todavía está intentando que regrese al triatlón después de un DNF en un half ironman por dos flats, pero esa es otra historia) me convenció de meterme en la lotería de Chicago (las 6 Major Marathons, excepto Boston, se corren con un sistema de lotería, donde si sale tu nombre puedes correrla). La verdad, me inscribí por presión de grupo, pero realmente no tenía ni las ganas ni la cabeza para ese training.
Pasó el tiempo, llegó el día de los cupos y por supuesto, igualito a cuando la maestra te llama y no te sabes la respuesta, salí en la lotería. Para mi sorpresa, salimos 30 personas del equipo. Es decir, había compañía para cualquier corrida, que para mí es muy importante. Recuerdo llegar al primer día de training y Ana, mi amiga, mejor conocida como la C.E.O., rápidamente me puso los pies en la tierra, recordándome lo difícil que era hacer la meta que me estaba proponiendo, porque bajar mi tiempo de 4:40 a 3:45, era agresivo y casi que iluso. Justo lo que necesitaba en ese momento para cumplir mi meta. La vena competitiva fue poco a poco despertándose y entre la camaradería del team y el querer probarme que no era imposible hacerlo, se pasó volando el tiempo. Fue tan increíble la experiencia de volver a entrenar con mis panas, que por más que sufrí, tengo que contarles que me lo gocé. Nunca había caído en cuenta lo tanto que me gustaba correr, hasta el 2016. Cada training fueron retos cumplidos y momentos de mucha felicidad por lo logrado individualmente y en equipo. Los días que salían las mejores series, había emoción. Y los días difíciles donde simplemente el agotamiento podía más, había apoyo moral y ánimo.
Pasaron los meses, octubre llegó, y nos fuimos a Chicago con mucho nervio, expectativa y ganas de correr. Después de tanto entrenar (más que nunca antes) y comer muy MUY bien, empezó el famoso carbload el jueves previo a la carrera, siguiendo las indicaciones. Yo por mi parte sentía tanta emoción de poder comer bastante pan y pasta, porque había estado en dieta rigurosa para poder perder el peso para el día de la carrera. Nos montamos en el avión y ese día y el viernes fui feliz con la comida. Pan, papas, pasta, pan y más pan. Fuimos al expo (la feria deportiva antes de la carrera) a buscar nuestros números, y las ultimas indicaciones. La verdad que es increíble porque hay 40,000 otros locos idénticos a ti, respirando y viviendo esto con la misma intensidad que tú. Dimos la vuelta de reconocimiento (que con la emoción nos quedamos como 3 horas) y para el hotel a subir los pies. Y bueno, llegó el sábado en la noche y ya, no quería ni ver la pasta. Lo que tenía eran ganas de comer carne, tomarme una botella de vino y ni un pedazo de pan más. El gatorade hasta nauseas me daban. Hidratación definitivamente no iba a ser mi problema, si existía alguno el día de la carrera. Cenamos temprano en el hotel y nos fuimos a alistar todo. Ni yo, ni la C.E.O, que fue mi roomate (y creo que el resto de los corredores tampoco) dormimos mucho.
La mañana de la carrera fue increíble. El plan salió como acordamos. Encontrarnos en el lobby y salir para Millenium Park al start line. Lo que yo escriba para describir ese ambiente, se me queda corto. No hay carros. Solo gente a pie y corredores calentando. Música muy alta y adrenalina. MUCHA adrenalina. Poco a poco nos fuimos despidiendo unos de otros, para entrar en los corrales asignados a cada quien (te asignan en espacios marcados, dependiendo de tu meta) y dimos la largada. La emoción del momento es esa que se te salen las lágrimas y se te para la piel de gallina. El plan A que había estudiado (porque correr una maratón es una ciencia y tiene mil y un giros) era hacer 3:40 o algo cerca. Era bastante agresivo, o así me sentía, pero había que arriesgar a ver que se lograba. Pero como todo en la vida, el riesgo, bien manejado, paga sus recompensas, terminé con 3:40:20. La sufrí, pero que GRAN sentimiento, terminar un reto tan grande con un resultado positivo, y mejor de lo que esperaba.
No quiero por ningún momento ni motivo, ser mal interpretada con respecto al esfuerzo de correr una maratón, independientemente del tiempo. Es una hazaña que pocos en el mundo somos capaces de hacer, así que igual de fuerte es quien la termina en 7 horas. Pero para mí el reto, ya había pasado de ser terminar, a tratar de bajar las 4 horas, y lo logré. A veces la meta más difícil es lograr creer en ti mismo. Si encuentras adentro tuyo, esa valentía para emprender el camino, te sorprenderás. Veras que muchas veces (si no todas las veces) el corazón puede más que cualquier otro musculo del cuerpo. ¡Solo necesitas un poquito de ganas, y un grupo de panas que te acompañe, como el mío, que te diga que puedes, y te tires al abismo, que ellos van contigo y llevan tu paracaídas! Al Chicago Marathon class of 2016 del Extreme Team Panamá, gracias por acompañarme a soñar en grande. ¡Lo logramos!
2 Replies to “Chicago Marathon 2016 – El Comeback”