Al mal tiempo, Buena cara: Boston 2018  

Muy temprano en los 11 años que llevo como corredora, fui introducida al prestigio de lograr usar el famoso jacket con la insignia de B.A.A. y las tres líneas emblemáticas de la marca Adidas. IMG_0002.JPG En el mundo del running es como usar un anillo de campeón del Super Bowl, o es como llegar al mundial de Fútbol. Cada vez que asisto a eventos de running, están los atletas que con los hombros un poco mas erguidos que los demás, se pasean por las Expos con sus jackets, y todo el mundo sabe entonces, que han clasificado a Boston, las Olimpiadas de los mortales. Hay quienes en realidad no les interesa poseer uno, pero en mi caso, ha sido un reto que hasta hace poco, creí casi imposible.

Una vez se dio la clasificación hace un año, las 7 que clasificamos prometimos no bajarle las ganas al training aunque ya habíamos entrado. Todo lo contrario, trataríamos de representar bien al equipo, al país y quien sabe obtener otro tiquete a Boston. Pero como siempre, el hombre propone y Dios dispone. Primero tuvimos una baja. Ana C se lesionó y llegar a Boston se le hizo imposible. Una semana antes de la carrera, Joliz, que creo que era la que mas preparada estaba, tuvo que cancelar su viaje a Boston por prioridades familiares. Y entonces, a través de todos estos cambios, Dios se encargó de hacernos ver qué era lo más importante: Gozar el momento y vivir la experiencia. IMG_1263.JPGAsí fue como llegamos el viernes 13 de marzo a Boston, sin mucha eventualidad. Cenamos y a dormir.

El sábado ir al expo fue una experiencia surreal. Esta es LA Expo. No sólo están todos los nuevos productos, las últimas tecnologías, los atletas elite dando conferencia de prensa, sino que todo el mundo involucrado en la organización y voluntarios, se aseguran de hacerte saber que, si estás allí, es porque corres duro. Es el sueño de cualquier corredor. Recogimos nuestro ‘runner’s Passport’, dimos las vueltas necesarias (que pueden haber tomado como 3 horas o mas) y nos fuimos a almorzar tarde en il Panino – uff.

El domingo, que era el día de quedarse tranquilas en el hotel, a excepción de una corrida suavecita para soltar las piernas, resultó ser un highlight del viaje. Salimos a correr María y Eric, Martha y Emilio, Stasia, Sofía y yo. Queríamos dar una vueltecita de 5kms alrededor del rio y listo. Jamás pensamos nosotros que en la mitad del recorrido nos íbamos a encontrar a la ídolo Shalane Flanagan.

Shalane es un ícono en el deporte, la ganadora de la maratón de New York en el 2017 y para mi un súper ejemplo de perseverancia. Fue más que una sorpresa cruzarla. Lo mas cómico de todo, fue que tratamos de apretar el paso para lograr alcanzarla. ¡Ja! En que estábamos pensando?!?!?! Ella iba en su calentamiento y nosotros sentimos como si fuese en carro. Pero bueno, nos cruzamos con Shalane varias veces y le dio un sentido más especial a todo el evento, un sentido de que allí estábamos, corriendo, con los mejores del mundo. Ese día, tuvimos mucha duda, pero mucha más esperanza sobre el clima. Pensamos que aquel pronostico de “Pouring Rain”, 30F, y 20-30mph headwinds en algún momento iba a cambiar de domingo a lunes. En la noche, arreglamos nuestra ropa de carrera y a la cama. IMG_7657.JPG En este momento yo estaba en etapa de negación. Estaba convencida que el tiempo iba a cambiar, que ya yo había corrido un mes atrás en NY en frío y ya yo estaba más que lista para eso. Además, que no iba a usar gorra porque no se ve bien con la bandana para las orejas y si las pros pueden correr casi desnudas, yo no necesitaba usarla. Ya sé que está mal, pero yo pensé que yo me conocía ese clima ya y con eso iba a estar bien. ¡Y qué equivocada estaba! – Aun cuando pensé que mi experiencia era suficiente para tomar estas decisiones, mi carrera fue con errores de principiante desde el atuendo, hasta el mismo plan-. Y bueno a la cama con el único plan que sí sirvió, el de los 5 layers de ropa, zapatillas para donar y un poncho impermeable.

Sonó el despertador a las 6am. Primera vez que me tocaba levantarme tan tarde para una carrera. Usualmente 6am o 7am son las horas de partida en estos eventos. Boston tiene la peculiaridad de empezar tarde. Las mujeres profesionales empiezan a las 9:30AM, luego los hombres profesionales a las 10:00am y de allí el resto de los mortales. Mi wave Salía a las 10:50am, así que tenia tiempo para dormir. Abrí los ojos como 3 minutos antes del despertador y me quedé esperándolo. Abrí el app de clima y nada había cambiado. Entré en la etapa de nervios. Cuando me paré de la cama, lo primero que hice fue asomarme a la ventana a ver que tan mal estaba, y era peor de lo que me imaginaba: Vientos huracanados, ventanas empapadas, pero aún así, por los vidrios empañados, no se veía tan mal como realmente estaba afuera.Gracias a Dios, porque creo que no me hubiese montado en el bus de haberlo sabido. Nos vestimos cada una en su cuarto, usé una camisa manga larga de correr, un singlet con mi nombre arriba, y una lycra corta porque era con lo que me sentía cómoda. A decir verdad, nunca me programé para usar pantalones largos, porque pensé que con la lluvia iban a pesar mucho y la verdad sea dicha, nunca pensé en que el frío que nos tocó fuese posible. Además, use un gator o neckie para el cuello, una vincha que cubre las orejas y unos guantes gruesos.

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layer 1

Arriba use dos abrigos de lana y un sweatpant. Arriba del sweatpant usé un rainjacket y encima de todo un poncho desechable. Además, un gorrito de lana para cubrir mi cabeza.

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layer 2

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Nos encontramos en el lobby y parecía un concurso de disfraces. Entre el muñeco Michelin, astronautas y vestido de apicultor. Era una cosa que, para no llorar, mejor nos reíamos. Nos fuimos en Uber a Boston Commons, que era donde se hace el “Gear Check”, a dejar nuestra maleta con ropa para cambiarse cuando termináramos y allí es donde está el bus que nos llevaría a Hopkington, el pueblo de donde sale la carrera. Tengo que aplaudir a los voluntarios, porque con ese clima de película de terror, gritaban, bailaban y saltaban para darle ambiente al lugar.

Hicimos fila para agarrar el bus, tipo bus escolar, y allí nos fuimos. Había mucho silencio para la cantidad de adrenalina y atletas que iban juntos. Creo que todos estábamos iguales. Murmullos y risas nerviosas era mas que nada lo que se escuchaba. Llegamos tarde a propósito y nos toco montarnos con todos los atletas que iban a correr por alguna fundación. Muchos corrían por sus familiares con cáncer, otros eran corredores guías con sus corredores ciegos, otros corrían por la cura de alguna enfermedad. Y una vez mas, todos los planes, toman perspectiva. Pero aquí, sentada en el bus, entré en la etapa de miedo. Nunca antes había sentido miedo así antes de una carrera. Creo que la única otra vez que de hecho sí lo sentí, fue cuando fui a hacer un Ironman 70.3 y las olas del mar parecían que iban a transformarse en un tsunami en cualquier momento. Y en ese ironman, el agua se calmó antes de que tuviera que nadar. Quizás esa semillita de esperanza de aquel momento, hizo que me diera tanto miedo, al ver que el clima solo se ponía peor en vez de mejorar. A medio camino, hacia Hopkington, me iban llegando anuncios por twitter del evento. Ya las mujeres profesionales habían salido, y cuando vi las fotos de como corrían, quise llorar. Una vez más, el deporte me estaba enseñando algo nuevo. Claro que nunca había visto a las pros usando tanta ropa porque nunca había visto este clima. Me llegaron fotos y todas usaban rain jackets y gorras encimas de sus orejeras.

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las Pros

Corrían en una fila en serpentina, para evitar los charcos enormes de agua. ¿¡A que iba yo!? Si ellas estaban así, yo iba a morir. Martha, entre verdad y relajo, hasta decía que ella se iba a regresar en el bus. Hablamos entre nosotras que lo que queríamos era correrla juntas porque si no, no íbamos a llegar a la meta, sin importar si se perdían algunos segundos.

Llegamos a Hopkington, al famoso “Athlete Village”, y lo que estaba supuesto a ser un lugar lleno de atletas calentando y ansiosos por salir, con adrenalina desbordante, era un lote de terreno lleno de fango y charcos que se podían confundir con piscinas de lodo. Los miles de atletas caminaban hacia distintos lugares a refugiarse donde podían quitarse la ropa que llevaban encima. En cada esquina había pilas de ropa que la gente había querido donar mezcladas con lodo. El agua que caía del cielo era abrumadora, y congelada y mucha gente debajo de toldas, con pies llenos de fango, esperando ser llamados. Nosotros nos tomamos nuestro tiempo en cambiarnos, nos quitamos la ropa que nos cubría, la dejamos en una esquina y nos fuimos a los baños mas cerca de la partida. Nadie calentaba, sino que todo el mundo caminaba pegadito para poder tener calor. Realmente no sabíamos donde estaba la partida así que sólo seguíamos el grupo de gente que parecía como un ganado en camino al matadero. En fin, íbamos como gallina sin cabeza y no nos dimos cuenta, y a 3 metros estaba la partida. Y así fue como comenzamos a correr. Como si fuese la primera vez que corríamos. Sin ningún tipo de calentamiento y el cuerpo mas frío que lo que ya está en un día normal. El problema fue que todo fue tan repentino que ni siquiera pudimos ajustar el plan de carrera. Viento en contra, lluvia como para rellenar las esclusas del canal de Panamá y charcos de agua que podían ser confundidos con posos de agua natural, HELADA, por 42 kilómetros.

Yo pensé que, con estas condiciones climáticas, me iba a tocar correr los 42km hacia Boston sola con mis pensamientos, pero que equivocada estaba. Eso es lo que tiene Boston. Es un evento como no hay otro. Su gente se toma el evento tan a pecho, que no importa que pase, la gente sale a gritar. Había bebes, niños, mamás, papás, tíos, primos, perros, gatos, gente en silla de rueda, gente haciendo BBQ, los pelaos de las universidades fiesteando. En fin, nada iba a parar a Boston. Es la real definición de Boston Strong.

Llegamos al kilometro 10 y nos encontramos con nuestros esposos por primera vez. Estaban tan emocionados y MOJADOS. Ya en el kilometro 13 mis piernas estaban muertas. El viento en contra que hizo que el esfuerzo de los primeros kilómetros fuera el doble y la falta de calentamiento ya me estaban pasando la factura, así que por la borda se fue el plan y me olvidé del reloj.

Llegamos al punto de la media maratón (kilómetro 21) que es un punto súper famoso. Se le llama el Scream Tunnel, y es afuera de Wellesley College, una universidad de mujeres que hacen letreros para todos los corredores, y además ofrecen besos para los corredores. Lo impresionante era que en el kilómetro 19, a un kilómetro de que comience el Scream Tunnel, se escuchan los gritos. Es algo que necesitas vivir para creerlo. Tu corres y solo escuchas a lo lejos gente gritando a todo pulmón. Como si fueses a un concierto, pero no es un concierto. Es unas pelaas al borde de la calle, dando alaridos de emoción gritándote a ti que estás corriendo.

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high five en el scream tunnel

Épico. Simplemente épico. Vimos a los esposos nuevamente, muy emocionados y a toda la familia de María, así que eso lleno el tanque. Corrimos Martha, Sofía, María y yo juntas como hasta después del kilometro 21. Hubiese querido correr juntas toda la carrera, pero Martha no se estaba sintiendo bien. Yo no quería decir nada de mis piernas, pero no sabía como iba a subir las famosas lomas de Newton, si ya mis muslos estaban acabados. Llegamos al kilometro 28, y allí estaba Marta Figueroa, de mis portorras favoritas y prima de Sofía, mi comadre. Marta se metió al course y corrió con nosotros lo que a mi me parecieron 400metros. Tenia mil layers de ropa, ropa de esquiar encima de todo y un cartucho de basura arriba. Y con todo y eso, nos recogió justo cuando estábamos entrando a Newton.

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Marta y sus 100 layers de ropa

Menos mal, porque el tanque estaba, nuevamente, quedándose sin gasolina. Ya cuando entramos a las lomas, empezamos a contar. Sabíamos, Sof, María y yo que había 4 lomas, siendo la última la loma mas famosa en el mundo de running: Heartbreak Hill, pero también sabíamos que la tercera era la peor. Empezamos a subir. Pasó la primera, luego la segunda y luego la maldita tercera loma. En la mitad de Heartbreak nos encontramos a los esposos nuevamente, y justo después María me pregunta que si ya habíamos terminado de subir. Le contesté que todavía, según mis cálculos, faltaba como medio kilómetro más. Y seguimos subiendo. Nunca dejó de haber gente en las calles gritando. Eso de que la gente de Boston te hace sentir especial, es así. Ese día, para ellos, la gente que corre la maratón son héroes, y ellos se sienten muy orgulloso de su evento. ¡Y no es para menos! Finalmente llegamos a la cima de Heartbreak, donde Boston College tiene un letrero que dice “The Heartbreak is over” y todo lo que falta es prácticamente cuesta abajo. IMG_0060.JPGEn papel suena muy lindo, pero si pudiera ponerle una palabra a mis estatus en ese momento seria: miserable. Realmente no tenía piernas y corrí por Brookline hasta entrar a Boston, con pura cabeza. Un dedo del pie lo tenia inflamadisimo, así que trataba de caer en charcos de agua helada y me aliviaban. Además, tenía las manos dormidas, y algunos síntomas de hipotermia. Sofía que iba conmigo, no podía nisiquiera sacar los Geles para tomárselo. Y cuando justo pensé que no podía mas, que el cuerpo iba a rendirse, salió de la nada, como un espejismo, el famoso e icónico letrero de CITGO. IMG_0061.JPGEste letrero, que es marca que falta una milla para terminar la meta, me hizo recuperar, no pude contener la emoción ni las lagrimas, y me costaba respirar, porque el pecho se me apretó. Tantas veces uno escuchar hablar del famoso “CITGO sign” y verlo en tantas fotos, y allí estaba yo, corriendo debajo de el.

Lo que faltaba por correr, juro que lo que me cargó no fue ni la cabeza, ni las piernas, fue el corazón. Unos momentos después, las seis palabras mas famosas del running world: “Right on Hereford, Left on Boylston”. Tomas a la derecha en Hereford St que es una pequeña loma, y justo al final está el famoso giro, “left on Boylston”. Boylston St se encargó de llenar todas las expectativas que tenía de ese momento. Ni la lluvia le quitó la magia. Miles de personas eufóricas abarrotan la calle, hay una bandera de cada país participante cada par de metros, y básicamente los corredores tienen su último kilómetro de gloria donde son aplaudidos por todos los espectadores. Es un momento sublime y casi parece irreal. Yo tomé a la izquierda y para ese momento solo estábamos Sofía y yo. Recuerdo decirle a Sof: “left on Boylston, aquí vamos. No dejes que se pase el momento. Mira todo. Graba todo. Este es el momento para el cual todos los corredores vivimos”. Y así fue. Mágico. Surreal. Crucé la meta, bajo cántaros de agua, en 3 horas 44 minutos 35 segundos. Bastante lejos del tiempo que quería, pero no había una onza en mi cuerpo desilusionada. IMG_7774.JPG Todo lo contrario, había reído, gozado, llorado, sufrido y corrido con mis amigas. Además, que esta, con seguridad, seria una de las maratones mas contadas en la historia, por el mal clima. Nada le ganaba a esta carrera. Boston fue todo lo que soñamos! IMG_7792.JPG

Ahora, vienen metas nuevas. Queremos (porque yo nunca corro sola) correr las 6 “major marathons”, pero creo que antes de terminar esa meta, tengo una cuenta pendiente con Boston. Tengo que volver a clasificar. Ya yo le di mi mejor esfuerzo, bajo una tempestad congelada. Ya la conocí. Ahora quiero regresar, con toda la banda completa y volver a soñar con “left on Boylston”. Me quedo con lo que me gritó uno de los espectadores. “Show Mother Nature what you’re made of”.  Aún en las peores circunstancias, en los peores momentos, no dejes que nada te quite tus ganas de soñar. Que nada derrumbe tu espíritu. Trázate la meta, por mas loca que parezca, y dale, esfuérzate hasta que se haga realidad, que “el que no sueña se muere”.  Boston, si Dios me da salud, te veo de nuevo.

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